Este es el proceso más básico y frecuente para el lavado de la carrocería, algo que parecería ser cuestión de algunos trapos, agua y shampo, pero que en realidad es más que eso.
Si queremos ser detallistas y cuidadosos el lugar donde se sucede el lavado debe ser techado, bien iluminado y con la carrocería del carro fría para evitar choques de temperatura.
Disponer de los implementos ideales es igual de importante que saber cuáles evitar. Los trapos genéricos, ropa vieja, o peor aún, una escoba, ‘lastiman’ la pintura al crear pequeños rayones que terminarán por quitarle el brillo.
Se recomiendan entonces guantes y toallas de microfibra, pues este material se caracteriza por ‘atrapar’ la suciedad en vez de ‘esparcirla’. Adicional a esto, es importante implementar la llamada técnica de los dos baldes: en uno con agua y jabón se remoja el guante de microfibra para enjuagar la carrocería; cuando ha recogido suficiente suciedad, se sumerge el guante en otro balde con agua limpia; finalmente, se vuelve a remojar en el primero para continuar con el lavado, evitando que la suciedad vuelva a la carrocería.
Para humedecer al principio y enjuagar al final, es recoemdable usar una hidrolavadora. Esto garantizará un consumo de agua inferior a lo utilizado por una persona al bañarse y una presión adecuada.
Luego de enjuagar todo el vehículo y secarlo con las toallas de microfibra, se deben lavar los rines y llantas con productos e implementos especiales para ellos. El paso final: limpiar los vidrios con un líquido especial, aplicándolo sobre la toalla y no el vidrio para evitar salpicar la carrocería o el tablero.
Aunque pueda parecer engorroso o extenso, un cuidadoso y frecuente lavado evitará posteriores procesos complicados y costosos para restaurar una pintura averiada.
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